¿Pienso para creer o creo para pensar? El cristianismo siempre se ha entendido como el camino de la verdad, por lo tanto, la oración y la experiencia cristiana de alguna u otra forma se han caracterizado por la fe y la confianza en el verdadero Dios que es capaz de escuchar a cada hombre en el fondo de su intimidad.
Hombres de todos los tiempos, en sus intuiciones, y aproximaciones, sentían la necesidad de alzar la mirada ante alto que era Superior, ¿Era un dios? ¿Era un ángel? ¿Era una simple escultura? ¿Era otro hombre? El Ser humano se ha entendido, porque así es, como limitado, de allí que los cultos, los sacrificios, las distintas religiones aparecieron, había algo más en alguna parte, y se necesitaba al menos intentar aproximarse.
Y por otro lado, los filósofos con sus respuestas y sus preguntas, ante la maravilla quisieron explicarlo todo, ¿Cuál era el principio? ¿De cada vida, cuál era el sentido? Con el tiempo, desde los antiguos, medievales, algunos modernos, y postmodernos concluyeron que había Algo que daba la existencia, y el sentido, que era la explicación lógica de mundo y de lo que en él acontecía.
Pero ocurre algo extraordinario, el Dios oculto, aquel que infundía miedo, aquel que de Él no se conocía casi nada, se revela ya no como mera regla moral, queda atrás el patrón y policía, se revela como el Dios que ha venido al mundo, se hizo hombre y ha muerto por nosotros, ahora ya no es el hombre quien se sacrifica para en contentar a un Dios enojado, ahora es Dios quien se sacrifica para salvar al hombre.
Necesito fe para entender todo esto, no como examen ni mero concepto, sino desde el fondo de mi existencia. Pero el Dios de la fe, es el Dios que también razono, que puedo conocerlo desde mi pensamiento, quizás sea poco, limitado, pero es algo.
Sin embargo, también es el mismo Dios que siento, que necesito de hecho, en mi vida, que llega al corazón, que lo descubrimos cuando irrumpe mi vida y la cambia por completo, así de esa manera, creo para pensar, pienso lo que creo y pienso y creo lo que siento, y todo esto, es el mismo Dios, que llega a mi vida si yo se lo permito.
Redactó: David de Jesús Silva Mares (II de filosofía)