Queridos lectores.
El seminario Diocesano de León por más de 150 años ha formado hombres entregados que, tomados del mundo, sirven al mundo. Los futuros presbíteros deben cultivar una serie de cualidades humanas para poder responder mejor a las necesidades del hombre de hoy, dentro de las cuales sobresalen el amor y el servicio; estas son las características primordiales que deben destacar en el joven que se prepara para configurarse con Cristo Buen Pastor. El seminarista es una persona que, por amor a los hombres, dona su vida para dar frutos abundantes en el mundo de hoy, imitando el servicio del Maestro Jesús.
Estos dos valores son pilares en la formación humana, fundamento de toda la formación sacerdotal; por eso los jóvenes seminaristas, viendo la necesidad de amor en el mundo, “se preparan, en un amor que compromete a toda la persona, a nivel físico, psíquico y espiritual y que se expresa mediante el significado esponsal del cuerpo humano, gracias al cual una persona se entrega a otra y la acoge” (Documento post-sinodal sobre la formación de los sacerdotes, núm. 44). Así, una vez terminada su formación en el seminario, vaya por el mundo siendo testigo del amor verdadero.
Del mismo modo el servicio se aprende imitando la figura de Cristo, que no vino a ser servido sino a servir. El seminarista hace suya estas virtudes sin esperar una recompensa material, más bien espiritual, la cual consiste en que todos los hombres obtengan la salvación.
Por último citaré unas palabras de nuestro sacerdote San José María de Yermo y Parres (ex alumno de nuestro Seminario): ”no me preocupa nada, ni siquiera pienso si me salvaré o no. Sólo me preocupa amar a Dios y servirlo en todo como Él quiera, como me lo diga en la oración o por medio de los acontecimientos”; amor y servicio no son valores que sólo el seminarista debe de tener sino que son parte esencial de todo ser humano.
Sem. Ortega Lozano José Andrés. Segundo de filosofía.