De primera intención, ante un panorama social en el que hay una percepción generalizada de inseguridad, de crimen, pobreza, injusticia, el creciente relativismo veritativo, entre otras cosas, se podría llegar a pensar que la religión católica debería abrir las puertas hacia una Teologia que interprete solo políticamente la Sagrada Escritura, negando, aún sin quererlo, la centralidad de Cristo como salvador del pecado que nos lleva hacia una vida nueva, reduciéndolo a un simple luchador social.
Sin embargo, en palabras del Cardenal Ratzinger, “la fe nunca ha pretendido encerrar los contenidos socio-políticos en un esquema rígido, consciente de que la dimensión histórica en la que el hombre vive impone verificar la presencia de situaciones imperfectas y a menudo rápidamente mutables.” Y más aún, la Teologia no puede convertirse en la justificación de un ideario político, sino en la reflexión amplia y profunda para iluminar con la propuesta del Evangelio de Jesucristo todas las realidades humanas. Por tanto, la Teologia y la vida cristiana deben estar profundamente inmersas en la sociedad para construir una cultura donde convivan la justicia y la verdad.
El Evangelio nos ofrece un criterio en el actuar cristiano dentro de la esfera social: la caridad, que le da un plus a la justicia humana. La caridad, aun en la sociedad más justa, siempre será necesaria. Y es una caridad que, ante el principio oriental que reza “no le des pescado, enséñale a pescar”, responde, además de con un sentido de promoción y desarrollo de la persona, con un impulso de fraternidad, sensibilidad y compromiso político, de tal manera que, tal principio se transformaría en “dale un pescado y, después, enséñale a pescar” dándole un sentido cristiano a la acción social.
Redactó: Jorge Luis Villanueva (I de Filosofía)